martes, 29 de septiembre de 2015

Historia y Evolución de Santa Marta

LA CUIDAD MÁGICA



Entre la Sierra y el mar se levanta Santa Marta, la primera ciudad fundada en el actual territorio de Colombia, pero su historia empieza mucho antes de 1525, año en el que oficialmente Rodrigo de Bastidas fundó la ciudad.
La historia de Santa Marta empieza mucho antes de 1525, año en el que Rodrigo de Bastidas fundó la ciudad. Los cronistas cuentan que en 1501 Bastidas y Juan de la Cosa recorrieron la bahía de Santa Marta y toda la costa desde el cabo de la Vela hasta Urabá. En Santa Marta y Gaira los conquistadores dejaron algunos soldados en los primeros años del siglo XVI, iniciándose desde entonces el mestizaje samario. Al respecto vale la pena recordar que en 1514 la flota de Pedrarias Dávila arribó a Santa Marta, en donde sus soldados se enfrentaron con los nativos y tomaron prisioneros a varios de ellos, entre los cuales se encontraba una princesa matuna, apenas adolescente, de apariencia castellana: “Dije que esta india principal era hermosa, porque en la verdad parecía mujer de Castilla en la blancura”

Mientras las otras ciudades prosperaban, Santa Marta veía cómo las flotas se alejaban de su puerto, los ataques piratas se repetían con frecuencia y su población disminuía. Es que en el temprano año de 1543 la ciudad fue atacada por el pirata francés Roberto Ball y las tomas continuaron en los años sucesivos. Nada más en 37 años, entre 1655 y 1692, la ciudad fue atacada y quemada en diecinueve ocasiones por los piratas. Esto llevó a las autoridades españolas a construir a lo largo de los siglos XVII y XVIII seis fuertes y dos veladeros para resguardar la ciudad. Fueron éstos los fuertes de San Juan, San Vicente (Santa Bárbara), Nuestra Señora de la Caridad (Punta Betín), San Antonio, Punta de Lipe (San Fernando) y El Morro, además de los veladeros de San José y cerro de la Pedrera.



De las construcciones coloniales urbanas vale la pena destacar, por su riqueza arquitectónica e histórica, tres inmuebles: la Catedral, la Casa de la Aduana y el Seminario San Juan Nepomuceno. La construcción de la Catedral se inició en 1766 y se terminó en 1794, pero oficialmente su funcionamiento inició dos años después. En la Catedral reposaron los restos del Libertador Bolívar por algunos años y desde mediados del siglo XX se guardan los restos del Fundador Rodrigo de Bastidas. La Casa de la Aduana fue construida en la década de 1730 por los hermanos Domingo y José Nicolás Jimeno. Allí se alojó El Libertador entre el 1 y 6 de diciembre de 1830 y, luego de su muerte, fue traído de nuevo a esta casa donde fue velado en cámara ardiente del 17 al 20 de diciembre. Por su parte, la construcción del Seminario San Juan Nepomuceno duró más de 140 años, pues se inició en 1671 con unos modestos cuartos y luego de múltiples problemas fue terminado en 1811. Este edificio sirvió de sede de la Universidad del Magdalena e Istmo en los primeros años de la Independencia y ha seguido siendo un centro cultural y académico de la ciudad


La lucha por la independencia continuaba. Los hombres al mando de los coroneles Carreño, Padilla y Maza derrotaron a los realistas en la batalla de la Ciénaga Grande. Luego, Carreño con su tropa libertadora entraron a Santa Marta el 11 de noviembre de 1820, después de una sangrienta campaña que dejó en el campo de batalla cerca de 700 muertos, 400 heridos y más de 600 prisioneros, en su gran mayoría indígenas cienagueros reclutados por el ejército español.




En 1834 Santa Marta sufrió un terremoto que dejó a la ciudad en aspecto ruinoso durante varias décadas. Al año siguiente del terremoto, una descripción presenta a Santa Marta como una “ciudad de aspecto miserable”, en la que no había hoteles, residían sólo siete extranjeros y las únicas edificaciones de cierto valor eran la catedral, el palacio gubernamental y las residencias de los comerciantes Joaquín de Mier y Juan Fairbank. En 1835, Santa Marta era una pequeña ciudad de escasos seis mil habitantes, población que disminuyó en las décadas siguientes, de acuerdo con los censos de 1843 y 1851.


Santa Marta también fue sede de varias empresas de navegación en el siglo XIX. Sin duda la más importante fue Compañía de Vapores de Santa Marta, constituida en 1846 por un grupo de comerciantes samarios liderados por Joaquín De Mier, de la que también fue socio Francisco Montoya. Otra empresa que impulsaría la economía de Santa Marta fue el ferrocarril. En 1881 se protocolizó un contrato celebrado entre el gobierno del Estado Soberano del Magdalena con Roberto Joy y Manuel Julián de Mier, para construir el ferrocarril de Santa Marta a la Ciénaga del Cerro de San Antonio, a orillas del río Magdalena. La construcción del ferrocarril se inició el 17 de junio de 1882 y 24 años después la vía férrea llegó hasta la población de Fundación, lográndose construir sólo 95 kilómetros. Se debe destacar que el ferrocarril no alcanzó el río Magdalena pero sí atravesó toda la zona bananera, el emporio agrícola del Magdalena y la región Caribe. Apenas en la década de 1960 el ferrocarril del Magdalena empalmó con el que venía de Bogotá.



La bonanza bananera fue aprovechada inicialmente por las familias tradicionales de Santa Marta y Ciénaga, conservadoras en su mayoría, quienes de tiempo atrás dominaron la economía y la política local. Entre estas familias se encontraban los Campo Serrano, Díaz Granados, Dávila, Goenaga, Riascos, Salzedo Ramón, Noguera, Vengoechea y Correa, entre otros.

En términos arquitectónicos, la economía del banano dejó en Santa Marta el barrio El Prado, conjunto de construcciones confortables en donde vivían los empleados norteamericanos de la Compañía, aislados del resto de la ciudad por un enmallado. El Prado contaba con todas las comodidades de una ciudad norteamericana como servicios de acueducto, energía eléctrica, teléfono, telégrafo, hospital, calles pavimentadas, jardines, además de canchas de golf, tenis y béisbol. Por su parte, los empresarios locales construyeron una serie de casas de estilo republicano a lo largo de las avenidas del Libertador y Santa Rita, algunas de las cuales se conservan en la actualidad.
La historia del banano en el Magdalena tuvo una página trágica en 1928, cuando los obreros de las bananeras, del ferrocarril y del puerto protagonizaron una huelga que terminó en una matanza de trabajadores en la plaza de Ciénaga. En las décadas siguientes la actividad bananera continuó con altibajos, expuesta a huracanes y enfermedades fitosanitarias, hasta que en las décadas de 1950-60 la empresa norteamericana decidió trasladar sus actividades productivas a la zona del golfo de Urabá, en el departamento de Antioquia. Algunos años después, la disminución del cultivo del banano fue compensada con la siembra de palma africana, para producir aceite de cocina.
A mediados del siglo XX, cuando la economía del banano comenzaba a mostrar sus limitaciones, empezó el desarrollo del turismo con la construcción del Hotel Tamacá, la carretera de El Rodadero y el Hotel Tairona. Dos décadas después Santa Marta, uno de los principales destinos turísticos de Colombia, ofrecía una serie de atractivos para toda clase de turistas: El Rodadero, Taganga, las diferentes ensenadas del Parque Tairona, sitios arqueológicos como Pueblito, Ciudad Perdida y los petroglifos de Donama, el Morro, la Sierra Nevada, la Quinta de San Pedro Alejandrino y la Catedral, entre otros.
La Santa Marta de finales del siglo XX y principios del XXI se debate entre su proyección como ciudad turística y la especialización de sus costas en puertos carboneros. Entre 1994 y 2005, la zona portuaria de Santa Marta-Ciénaga pasó de exportar 2,3 millones a cerca de 28 millones de toneladas de carbón, incrementándose la participación de 15% a 51% del carbón exportado. Para que estas dos actividades se puedan seguir desarrollando en el Distrito de Santa Marta, es necesario regular estrictamente los sitios por donde se exporta el carbón, aplicando técnicas modernas de transporte y embarque del mineral.


En el 2025 Santa Marta cumplirá 500 años de fundada y desde ya la ciudad de Cuchacique, de Bastidas y de Bolívar (la ciudad tairona, hispana y republicana) debe prepararse para ser el principal destino ecoturístico y de turismo cultural en Colombia. El desarrollo sostenible de Santa Marta es posible, siempre y cuando la ciudad se proyecte hacia el siglo XXI con administraciones públicas honestas, transparentes y eficientes, que cumplan con su función social y permitan la libre iniciativa de empresarios emprendedores.


Santa marta tambien tiene lugares hermosos en toda su diversidad, entre loos cuales les mostraremos unos hermosos paraisos como lo son: Minca, Rodadero, Bonda, Parque Tayrona, Pozo Azul, Quebrada Valencia, Playaca.










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